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lunes, 24 de enero de 2011

Mundo


Pasa que hay que aprender a estar solo, sin
sentirse solo.

A amar sin esperar ser correspondido,
a disfrutar de la alegría, como de la tristeza.
A ayornarse, mas no por eso estar conforme.

A dejar que la vida te lleve, a entregarse.

Hay que aprender a depender de otros, a dejarse
en las manos de amigos, y de enemigos.

A confiar, en todos, por que si, o por las dudas...

Tenemos que empezar a querer al pasto, al piso duro,
a las hormigas, al sol insistente de enero, a los
desacuerdos entre amigos y a las siestas sin ventilador.

Hay que agradecer por el arroz insulso, por el pan duro,
por la posibilidad de sentir hambre.

Hay que estar feliz por sentir sueño y no poder dormir,
por tener mucho por hacer...

Hay que valorar a la falta de sexo, al sexo sin
sentimiento, al sentimiento sin sexo... Y al encuentro
perfecto, cuando llega.

Yo creo que hay que aprender a querer al mundo,
como es, como nos toca y cuando nos toca.

Yo insisto en que hay que devolverle la caricia...

Pasa que hay que aprender a hacer de la experiencia
mundana, una experiencia trascendental.

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