Pasa que hay que aprender a estar solo, sin
sentirse solo.
A amar sin esperar ser correspondido,
a disfrutar de la alegría, como de la tristeza.
A ayornarse, mas no por eso estar conforme.
A dejar que la vida te lleve, a entregarse.
Hay que aprender a depender de otros, a dejarse
en las manos de amigos, y de enemigos.
A confiar, en todos, por que si, o por las dudas...
Tenemos que empezar a querer al pasto, al piso duro,
a las hormigas, al sol insistente de enero, a los
desacuerdos entre amigos y a las siestas sin ventilador.
Hay que agradecer por el arroz insulso, por el pan duro,
por la posibilidad de sentir hambre.
Hay que estar feliz por sentir sueño y no poder dormir,
por tener mucho por hacer...
Hay que valorar a la falta de sexo, al sexo sin
sentimiento, al sentimiento sin sexo... Y al encuentro
perfecto, cuando llega.
Yo creo que hay que aprender a querer al mundo,
como es, como nos toca y cuando nos toca.
Yo insisto en que hay que devolverle la caricia...
Pasa que hay que aprender a hacer de la experiencia
mundana, una experiencia trascendental.
0 comentarios:
Publicar un comentario